Schicksalslied de Brahms

Johannes Brahms fue un lector voraz, que reunió una biblioteca que incluía las obras completas disponibles de Boccaccio, Byron, Cervantes, Goethe, Schiller o Shakespereare, entre otros (los extranjeros en traducción alemana), así como numerosas antologías de poesía y canciones folclóricas. En sus obras corales dirigió su atención a los libros que más apreciaba y que conocía mejor: en primer lugar, la Biblia; después Goethe y también Schiller y Hölderlin.


Schicksalslied o La Canción del destino, Opus 54, es una composición para coro y orquesta basada en un poema escrito por Friedrich Hölderlin. Está considerada como una de las mejores obras corales de Brahms junto a Un réquiem alemán. De hecho, Josef Sittard argumenta en su libro sobre Brahms que, aunque no hubiese escrito más que esta obra, hubiese sido suficiente para situarlo entre los mejores maestros. El estreno se produjo en Karlsruhe el 18 de octubre de 1871, bajo la dirección de Hermann Levi. Brahms comenzó a pensar en la Canción del destino en el verano de 1868 durante una visita a su buen amigo Albert Dietrich en Wilhelmshaven. En la biblioteca personal de Dietrich, Brahms descubrió el fragmento La canción del Destino de Hyperion en la novela de Hӧlderlin, Hiperión, o el Eremita en Grecia. Dietrich anotó que Brahms había recibido la inspiración poética para su obra al haber leído los poemas del Schicksalslied, que le habían impresionado gratamente, mientras contemplaba el mar. El tema poético opone la condición humana a la felicidad celeste de los dioses. En sus estrofas, se describe la dicha de los dioses y el sufrimiento de la humanidad. Brahms escribe una batalla coral para representar esta contraposición. Completó un esbozo inicial de dos versos de Hӧlderlin en forma ternaria con el tercer movimiento como una reformulación completa del primero. Sin embargo, no se quedó satisfecho con esta reexposición del primer movimiento para cerrar la obra, ya que consideró que anularía la dura realidad representada en el segundo movimiento. Este conflicto no llegó a resolverlo y dejó La canción del destino aparcada, mientras centraba su atención en la Rapsodia para contralto durante 1869-1870. La obra no se terminaría hasta recibir una sugerencia de Hermann Levi, que le propuso para concluir la obra que, en lugar de un retorno total del primer movimiento, hiciese una reintroducción de un preludio exclusivamente orquestal. Brahms compuso finalmente el tercer movimiento como una copia del preludio orquestal del primer movimiento con una instrumentación más rica y en do mayor.


Aquí tenéis un enlace con una buena versión:

https://youtu.be/yC8CNpFu_7Q


Otro enlace para escuchar la obra siguiendo la partitura:

https://youtu.be/wZiKpcEhSj0


Otra buena versión que me encanta:

https://youtu.be/wYMYkKBg26U


Para estudiar por voces:


SOPRANOS

https://youtu.be/CePCPH2azDo


ALTOS

https://youtu.be/Shdun_rDDs0


TENORES

https://youtu.be/W_ubDlZdTx0


BAJOS

https://youtu.be/tuCPB2e_R4k



TRADUCCIÓN 



Ihr wandelt droben im Licht
Auf weichem Boden, selige Genien!
Glänzende Götterlüfte
Rühren Euch leicht,
Wie die Finger der Künstlerin
Heilige saiten.

Schicksallos, wie der schlafende
Säugling, atmen die Himmlischen;
Keusch bewahrt
in bescheidener Knospe
Blühet ewig
Ihnen der Geist,
Und die seligen Augen
Blicken in stiller
Ewiger Klarheit.

Doch uns ist gegeben,
Auf keiner Stätte zu ruhn;
Es schwinden, es fallen
Die leidenden Menschen
Blindlings von einer
Stunde zur andern,
Wie Wasser von Klippe
Zu Klippe geworfen,
Jahrlang ins Ungewisse hinab.

¡Oh Genios que vagáis por las alturas
y a la luz, por senderos ideales!
Los aires esplendentes
os rozan amorosos,
tal como roza las divinas cuerdas
las manos del artista.

Sin saber de su suerte,
como recién nacidos aún en brumas,
alientan los Electos.
Sus espíritus, que esconden su pureza
en el seno de un capullo,
florecen sin descanso,
y sus santas pupilas miran
la claridad eterna y muda.


Pero para nosotros es el destino
no reposar jamás en sitio alguno.
Los hombres miserables caen,
se precipitan de continuo
con ojos ciegos,
como el agua que de roca en roca
despéñase cayendo
en un abismo incierto.